Una importante emergencia festiva vinculada a la combinación del «ciclo de muerte del trigo» y la transición estacional (especialmente la del solsticio) es la fiesta de Santa Lucía, el 13 de diciembre.
Santa Lucía, mártir de Siracusa, gracias al nombre formado por la palabra latina que significa «luz», se ha convertido en la protectora de la vista, heredando una función de la diosa Artemisa, venerada en la antigüedad en la isla de Ortigia, que fue el primer núcleo de la ciudad de Siracusa.
Según la tradición de la Iglesia occidental, Lucía fue martirizada el 13 de diciembre de 304. Dado que en la primera mitad del siglo XIV, debido a que el calendario juliano era anterior al año natural, la fecha del 13 de diciembre coincidió con el solsticio de invierno, la fiesta en honor al Santo se convirtió en el anuncio de la nueva luz, la promesa de días más largos y noches más cortas. Así, se derivaron algunos proverbios, por ejemplo: Santa Lucía es el día más corto que existe, o De Santa Lucía a Navidad el día se alarga con el paso de un perro. Desde 1582, cuando entró en vigor el nuevo calendario, que restableció el 21 como fecha del solsticio, estos proverbiales han perdido su valor calendárico original y se siguen transmitiendo. También quedan huellas de ello en Cerdeña, por ejemplo en Cossoine: Dae Santa Lughia creschet unu passu 'e pia, dae missa 'e puddu unu passu 'e puddu («Desde Santa Lucía los días crecen al paso de una gallina y de Navidad a la pata de un pollo»).
En muchas ciudades sicilianas, para la fiesta del Santo, es tradición preparar cuccìa, trigo y legumbres hervidas.
En la tradición popular siciliana, la relación entre la santa y el trigo tiene orígenes antiguos y está motivada por algunos milagros que se le atribuyen, como el hecho de haber desembarcado barcos de trigo en su ciudad natal agotada por la hambruna o haber provocado una milagrosa lluvia de humo.
Entre las costumbres que caracterizan el núcleo ceremonial relacionado con Santa Lucía, rico en estratificaciones, no faltan las ofrendas (como en las festividades de finales de octubre y principios de noviembre) a las figuras vicales (es decir, embajadores) de los difuntos: las virgineddi, las niñas pobres o las huérfanas a las que era costumbre ofrecer un almuerzo.
Incluso en Cerdeña, existía una relación entre el trigo y el santo. Como testificó en 1900 el sacerdote Michele Licheri, la víspera de Santa Lucía en Ghilarza, los niños llamaron puerta por puerta y pronunciaron la siguiente fórmula: «¡A su trigu de Santa Lughia! », recibiendo trigo, habas, garbanzos y otras legumbres.
Si la conexión entre el santo y el trigo es sin duda el elemento más antiguo, que en Cerdeña se manifiesta con el don del trigo para quien lo interroga, el más reciente es el consumo de panes (o dulces) endulzados con sapa.
En la propia Ghilarza, por ejemplo, se preparaba, bendecía y distribuía en la iglesia el panischedda (pan de sapato). En Quartu Sant'Elena, un informante entrevistado en 2010 (ver. S. Paulis, dulces y fiestas. La cultura del postre en Cerdeña, entre tradición e innovación (Cagliari, Cuec, 2011, p. 49), informó que en la primera misa del 13 de diciembre, se distribuyó un arrogheddeddu de pani 'e saba benedittu (un trozo de pan sápido bendito). Ese mismo año, un informante de Dorgali, de noventa años, denunció la costumbre, que ya había desaparecido entonces, de preparar pan endulzado en casa, el día de Santa Lucía, ella conoce la tiriha. La preparación era sencilla. Se untaba un poco de sapa sobre una lámina de pan carasau modde chene (sobre una lámina de pan que aún no era carasau, es decir, tostado) y, a continuación, se horneaba. Cuando se cocinaba, se doblaba en dos o cuatro partes, las cuales, divididas de esta manera, asumían la función de preparaciones terapéuticas, ya que la ingestión iba acompañada de invocaciones a la Santa, como «Santa Luhía me cuidará a mi vista» (Santa Lucía, protege mi vista).
Santa Lucía, de hecho, es considerada la santa patrona de la vista no solo por las razones relacionadas con el origen antes mencionado de su nombre (< lat. lux, lucis), sino también porque, como narra la tradición hagiográfica, durante el martirio le arrancaron los ojos, que en la iconografía clásica la mártir muestra en un platillo. Esta tradición hagiográfica e iconográfica recuerda la costumbre nuoro de preparar las sas paneddas de Santa Luchia, suaves explanadas, cuya superficie, decorada de forma variada, tiene dos agujeros que recuerdan simbólicamente los ojos de la Santa.
También merece una mención la tradición de Orosei, que imperó en la misma festividad, donde la tìlica de Santa Luchia, una preparación similar a la del Dorgale, ha dado paso a las sas tineddas, postres con forma similar a la de un ojo.
(Para otros preparados alimenticios terapéuticos certificados en la isla para conmemorar el nacimiento de Santa Lucía en el cielo, véase el texto antes mencionado S. Paulis, dulces y banquetes. La cultura del postre en Cerdeña entre tradición e innovación, Cagliari, Cuec, 2011, p. 49).
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