Una vez finalizada la cosecha, el trigo se llevaba al corral para poder trillarlo (log. trìula, pero también ardzolare; camp. trèula).
El mes de la trilla era julio. No es casualidad que el mes de julio se llame en logudorense «mes' 'e trìulas» (mes de la trilla) y en campidanés mes' 'e argiolas (mes de los corrales).
La aia (s'argiola) era una explanada circular abierta y expuesta a los vientos, que normalmente pertenecía al municipio. El espacio destinado a los corrales, en este caso, era utilizado por todos los habitantes.
En muchos centros, el espacio reservado para la instalación de los corrales sigue vivo en la memoria de las personas mayores. Lo mismo ocurre en Quartu Sant'Elena (California), donde la actual Piazza IV Novembre es conocida por una gran parte de la población como «es Argiolas » (el aia).
En algunas regiones históricas de Cerdeña (Meilogu y Planargia) había corrales más pequeños para uso privado llamados «chedhuthas», un término derivado del latín «cella» más el sufijo diminutivo -ucia, en el sentido de «pequeña oferta», como indica el lingüista bávaro Max Leopold Wagner.
La primera operación que se llevó a cabo consistió en limpiar cuidadosamente el aire, erradicar las malas hierbas y eliminar las impurezas con una cucharada de ramas, antes de esparcir el trigo en forma de rueda con las mazorcas hacia adentro. Existían diferentes métodos de trilla. El primero consistía en pasar una o más parejas de bueyes sobre el trigo, que por lo general llevaba una piedra gruesa y plana (en logudorese: pred' 'e ardzolas; en campidanés: preda de treulai). En cambio, casi siempre en el Campidano y en algunos lugares de Logudoro, se utilizaban caballos salvajes, principalmente yeguas. En este caso, los animales, alineados entre sí en número de 4 o 6, y en los corrales más grandes, hasta un número de veinte.
Se plantó un poste de madera en el centro del corral y, alrededor de su parte superior, se aseguró una cuerda a cuya parte final se conectaba dicha cadena.
Lo que se podía trillar durante un día constituía «una ardzolada» (literalmente: «un corral»). Por la tarde, después de cortar los bueyes o los caballos, se hacía un montón con el trigo trillado. Si soplaba la brisa, lo ventilaban (campidanés: bentulai) y lo lanzaban a lo alto con una pala para separar la paja del trigo. Cuando se trataba de pequeñas cantidades de trigo, se utilizaba una cesta (campidanés: palina, logudorese: canistedda) o con un colador, arrojando el contenido a lo alto para que la paja saliera volando y las semillas volvieran a caer en el recipiente. Por lo general, la paja se sometía a una ventilación adicional para recoger el grano restante.
El trigo separado de la paja se limpiaba primero en el corral y, después, de vuelta a casa, para eliminar piedras u otras impurezas (en logudorese: purgar; campidanés: prugai). Para limpiar el trigo, se utilizaban cestas grandes, redondas y planas de paja o asfódelo y, una vez finalizada la operación, se vertían en granos especiales.
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