Según la creencia popular atestiguada en varias zonas de la isla, el trigo sembraría sus semillas la noche de San Juan Bautista (la noche del 23 al 24 de junio), durante la cual se pensaba que la naturaleza adquiría fuerzas y poderes extraordinarios.
Para alejar a las aves de los campos, se utilizaban ramas de ajenjo (sènciu y sim.) o hombres del saco antropomórficos (mamutzone y sim.). Además de las aves, el mal de ojo (ogu malu y sim.) constituía un grave peligro para proteger las plantas cultivadas, al igual que las personas y los animales. Para evitar sus efectos, era una práctica bastante común colocar un par de cuernos en una percha.
En junio o julio, según la zona y la costumbre, comenzaba la vendimia.
La hoz dentada era una herramienta indispensable para cosechar a mano (como mess Antiga). Con él, el trigo se cortaba poco a poco en la mitad del culmo, es decir, el tallo) Solo el trigo marzuolo, que no crece mucho, se corta cerca del suelo (véase el proverbio «Su trigu de martu, non lu messes artu»: «El grano marzulo, no lo cortes»). En la variante campidanesa, además de 'messai', a cosechar también se le llama 'crubai': lit. «curvar», en cierto sentido, «doblar» las mazorcas para cortarlas.
La guadaña se sujetaba con una mano, mientras con la otra se agarraba el grupo de tallos que se iban a cortar (manadas). La combinación de dos o tres manadas formaba una media gavilla: «perra». El verbo «manejar» y sí. Indica la acción de meditar. Los haces de gavillas se ataban y se amontonaban en el campo en grupos de nueve.
Los segadores (messadoris), para protegerse de los bordes del trigo, llevaban un delantal de lona (deventale/pannu 'e ananti) y cubremanos de cuero o tela en las muñecas y los antebrazos.
Las espigadoras (spigadrixis) eran las mujeres que recogían las espigas que caían de los segadores y las que no se cortaban con las hoces. Sus espigadrixis, que podían estar emparentadas con sus mensajeros (esposa, novia o hermanas), se ataban a la cintura una bolsa de yute o lino (sachita), en la que introducían las orejas sin culmo (es decir, el tallo).
A media mañana, se hizo una pausa para comer «su murtzu», una especie de desayuno que consistía en pan, queso, huevos, tomates, aceitunas, cebollas, vino, vino o agua, según las posibilidades.
Las mujeres también recogían la paja de trigo (fai su fenu) necesaria para fabricar los artículos de cestería (su stexu 'e fenu).
En Campidano, las labores de cosecha y trilla iban acompañadas de la llamada «cantu a s'opu», una canción tradicional de trabajo, que consistía en un mutetus acompañado por el coro «Oooopu». Cantaban para que el esfuerzo de una obra interpretada bajo el sol abrasador y el calor ahora del verano fueran menos gravosos. Hay que añadir que con frecuencia estas canciones se interpretaban para crear nuevas uniones: hombres y mujeres casados, de hecho, trataban de casar a los recolectores solteros con algún joven segador que buscaba esposa.
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