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Una nueva imagen de Cerdeña

Una nueva imagen de Cerdeña

Una nueva imagen de Cerdeña

Fue en los años comprendidos entre los siglos XIX y XX cuando la idea del valor del arte como herramienta para la formación de la identidad se abrió paso en la clase intelectual. En sintonía con el movimiento cultural destinado a redimir Cerdeña, que tiene entre sus protagonistas a Deledda, S. Satta y Ruju, surge un movimiento artístico que pretende construir una nueva imagen de la isla.

En las obras de artistas como el escultor Francesco Ciusa y los pintores Giuseppe Biasi y Filippo Figari, Cerdeña no aparece como un páramo, azotado por las plagas crónicas de la malaria y el hambre y habitado por una población atávicamente predispuesta a la delincuencia (la «raza delincuente» descrita por los antropólogos de la época) sino como una isla exótica, seductora y de cuento de hadas, en la que el encanto de los primitivos flotadores.

Por lo tanto, incluso en Cerdeña se respira el clima primitivista típico de gran parte de la cultura europea del momento; solo que aquí no son los paraísos tropicales retratados por Gauguin, las máscaras africanas recopiladas por fauves y cubistas, o los íconos bizantinos adorados por Klimt los que catalizan la imaginación de los pintores, sino campesinos disfrazados de folclore y pastores sardos rudos y barbudos.

La asunción de la tradición popular como base de un arte impregnado de sentimientos «nacionales» (la mayoría de sus habitantes veía Cerdeña como una nación y no como una región) era común al mismo tiempo a otros países europeos con una identidad frágil o amenazada: desde Irlanda hasta los países nórdicos, desde Serbia hasta Hungría. Por lo tanto, paradójicamente, la referencia a las raíces locales es al mismo tiempo un elemento de participación en un contexto cultural internacional.

La nueva imagen de Cerdeña aparece ante todo en la ilustración: los principales artistas sardos de principios del siglo XX debutan en las páginas de las revistas ilustradas o como parte del cartel publicitario.
Provenientes de las filas de la burguesía intelectual, muchos de ellos son autodidactas en el campo artístico, aunque algunos (como Figari) se preocupen más adelante por adquirir una formación específica.

El hecho de no asistir a escuelas de arte (que no existían en Cerdeña) les lleva a ignorar los estilos académicos imperantes en el arte italiano de la época y, en cambio, a mirar los lenguajes secos y estilizados de la Libertad y la Secesión vienesa, que encontraron el principal canal de difusión en la gráfica aplicada.

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20/9/2023 - 11:34

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