La Cerdeña romana está fuertemente marcada por un intenso proceso de redefinición de su paisaje. De hecho, una de las características distintivas de las políticas de dominación de Roma siempre ha sido impartir a los territorios controlados una forma de paisaje que proporcionara, ya desde un punto de vista visual, una sensación inequívoca de «romanidad» en cualquier lugar del imperio.
Las ciudades fundacionales fenicias y púnicas se redefinen así progresivamente mediante intensos procesos de reurbanización, con la creación de nuevos espacios (como el foro) y nuevos edificios (como los baños termales) que dotarían a las ciudades de nuevas características.
Las villas nacieron en el campo, edificios en los que los señores propietarios de las fincas o terrenos destinados a la explotación agrícola podían ejercer fácilmente un control cuidadoso sobre sus fincas.
La intensa explotación agrícola a la que se vio sometida Cerdeña en esta etapa lleva a cabo un proceso que hoy podríamos definir como degradación ambiental, que ya se desencadenó en la fase anterior de la dominación púnica.
La intensa red de carreteras, creada en el 227 a. C. con la intención específica de hacer accesibles y controlables todas las áreas de la nueva provincia, fue crucial para el control de la Cerdeña romana. Para ello, se construyeron numerosos puentes sobre los principales cursos de agua.
Igualmente importante es el sistema de acueductos que garantizaba el suministro de agua a los centros urbanos, a menudo equipados con grandes sistemas térmicos.
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