Alrededor del siglo IX a.C., en Cerdeña, comenzó el fenómeno de la colonización de los fenicios, la población semita que ocupaba la costa del Líbano desde el tercer milenio antes de Cristo.
Posteriormente, entre la segunda mitad del siglo VI a. C. y el 238 a. C., Cerdeña quedó bajo el control directo de los púnicos, es decir, los fenicios de Cartago, la poderosa colonia fenicia fundada en la costa de la actual Túnez a finales del siglo IX a. C. Son precisamente las
evidencias arqueológicas las que proporcionan información explícita sobre la historia de la isla en este corto plazo.
La innovación más llamativa en el escenario sardo la representan las ciudades fenicias: de hecho, la civilización nurágica nunca fue reconocida en el módulo de vivienda urbana.
La llegada de los pueblos fenicios determinó la entrada en Cerdeña de una serie muy grande de nuevos artefactos, tanto de producción fenicio-púnica directa como de otros orígenes. Como es bien sabido, los fenicios eran hábiles comerciantes y su comercio servía de vehículo para el intercambio cultural en la cuenca mediterránea.
Las investigaciones arqueológicas más recientes están sacando a la luz un hecho de considerable importancia: de hecho, cada vez hay más vestigios arqueológicos de la fuerte e intensa mezcla cultural entre los pueblos nurágicos y semíticos, que se desencadenó como un fenómeno pacífico desde la temprana llegada de los fenicios a Cerdeña.
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