En los años ochenta y noventa del siglo pasado, en la isla creció la conciencia de que la lengua sarda es una riqueza que hay que proteger. Más allá de la sensibilidad por el mundo tradicional, se afirma el deseo de permitir que el lenguaje de continuidad histórica de la isla entre incluso en entornos más modernos y actuales.
Así nació la necesidad de una nueva literatura sarda que, junto con la defensa de las expresiones más auténticas de la identidad étnica, suene y descubra nuevos modos de expresión. Una de ellas es la prosa de cuentos y novelas que, a partir de los ochenta, se han multiplicado según una línea de tendencia inagotable.
La poesía, después de las grandes pruebas del siglo XX, es, en cualquier caso, siempre un ámbito en el que los escritores de lengua sarda encuentran la manera de expresar su creatividad. Las publicaciones se suceden y son muy numerosas. Los premios literarios se multiplican y se extienden por toda la isla. El poema escrito parece vivir un momento de gran orgullo.
En cambio, la poesía oral improvisada, lo que en sardo se llama «un bolu», ha entrado en crisis. Con la progresiva retirada de los grandes cantadores que habían deleitado a generaciones enteras de sardos en las plazas, el panorama actual se ha empobrecido. Las intervenciones financieras para apoyar la lengua y la cultura sardas han producido un crecimiento general del sector, aunque no siempre homogéneo.
Tras la aprobación de la Ley Estatal No. 482, también nació y se fortaleció el interés por el uso del sardo como idioma administrativo y oficial.
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